domingo, 13 de mayo de 2012

Cuando los hombres lloran

Cuando los hombres lloran las lágrimas se convierten en noticia. En las contadas ocasiones en que los hombres lloran en público su llanto es motivo de debate. ¿Tenían que haberse contenido? ¿Es de recibo que se derrumben así -"como mujeres"- por un fracaso?.

Las emociones varoniles se desatan sin disimulo cuando su equipo de fútbol pierde un partido decisivo o cuando despiden a un histórico. Y todos se deshacen en lágrimas. Los futbolistas, los seguidores y hasta los árbitros se conmueven.

Leí hace tiempo la reseña de una investigación realizada en el Reino Unido sobre los beneficios del fútbol. Decía que un partido era la situación idónea para que los hombres ingleses conectaran con sus emociones. Y que era muy importante para su salud mental. Me pareció una tontada, pero es porque no lo entendí.

Yo sólo había visto llorar a algunos hombres cercanos en funerales. Y sólo si la muerta era su madre. (!Ay las madres! No importa la edad que tengamos, cuando se van dejamos de ser niños para siempre). Me pareció que las lágrimas masculinas son igual de saladas que las nuestras. Si acaso, más silenciosas. Ellos hacen menos ruido.

Menos en el fútbol.

Y en esta semana, tan repleta de pasiones, voy y me encuentro en Internet -dónde va a ser- un poema que me explica lo que me estoy perdiendo por no recordar nunca lo que es un córner. "Poema del fúbol" se llama. Lo escribió un tal Walter Saavedra, locutor argentino de Radio Mitre, y empieza así:

Como vas a saber lo que es el amor
si nunca te hiciste hincha de un club...



martes, 1 de mayo de 2012

Vivir en presente continuo

Descubro que estoy rodeada de viejos. De viejos, que no de gente con muchos años. Hay personas que no llegan a los 50 y ya comentan más del pasado que del presente.

Recientemente he conocido a una actriz de 84. Empezó a desarrollar su vocación después de jubilarse. A los 65 -cuando ya se había "ganado" la vida-, se apuntó a una escuela de teatro. El retiro le sirvió para comenzar a trabajar en lo que le gustaba. Lucía radiante.

A veces yo también envejezco. Pierdo la vitalidad en cosas que no me interesan nada. Y envidio a los jubilados. Dueños de todo su tiempo.

Pero es un error. Vivir ansiando el futuro es una equivocación igual de extendida que quedarse en lo que fue. Sólo tenemos el hoy. Con 24, con 48, con 60... sólo el ahora. Por eso me ha gustado leer en esta entrevista con una "joven" de 72 que "La edad no debe ser un pretexto para hacerse viejo".

No nos damos cuenta pero, excepto en algún momento trágico o duro, siempre estamos "en los mejores años de nuestra vida". Disfrutad del vídeo.

I migliori anni della nostra vita. Renato Zero & Momix.