jueves, 13 de septiembre de 2012

Lo que todos queremos

Desde hace cinco años, el Instituto Coca Cola de la Felicidad se dedica a investigar los factores y mecanismos que la hacen posible -la felicidad, no la coca cola-. (Aprovecho para señalar que éste es un estupendo ejemplo de cómo vender la marca sin hablar del producto. Observad que no piden nuestra atención para tratar de las características de una bebida gaseosa refrescante sino de la FELICIDAD, eso que todos los habitantes del primer mundo anhelamos -en otros mundos peor clasificados están más preocupados por lograr comer todos los días-).

Este instituto creado por la empresa fabricante de refrescos y una universidad de verano, de las de renombre, han dedicado un curso a tratar sobre la influencia de la felicidad en el estado de la salud. Está claro que la búsqueda de la felicidad es una industria en alza. A todos nos tienta eso de ser dichosos, y si hay alguna manera de aprender a conseguirlo nos apuntamos de cabeza.

A mí me parece bien lo de que ofrezcan consejos y ayuda para estar más a gusto y no ir por la vida con cara de ajo. Por ejemplo, una recomendación que me agrada y practico es la de no convertir una emoción negativa en un estado de ánimo permanente. Si algo te cabrea, te entristece, te duele, te pica…, reacciona y luego suéltalo, déjalo irse. Los rencores estropean el cutis, eso seguro.

Pero lo de mezclar la capacidad de ser feliz con la salud de cada uno y, directamente, pasar a sacar conclusiones “científicas" sobre dicha relación me hace pensar en la gallina y el huevo. ¿Qué fue primero? ¿Una persona está sana porque es feliz o es feliz porque está sana? ¿Los enfermos lo son porque previamente a su enfermedad se sentían desgraciados o se sienten desgraciados cuando pierden la salud? ¿Tengo que creer que en el Alzheimer de mi padre tuvo algo que ver su grado de satisfacción con la vida? Era un hombre bastante feliciano…

Hay un tufillo perverso en esa simplificación. Desde el bienestar es fácil decir al desdichado que se aplique más. Desde la salud se puede tontear con la idea de que la enfermedad es consecuencia de la negatividad mental. Pero esto sólo se da cuando estás en la parte buena del discurso. Es como decirle a los parados que se esmeren un poquito en encontrar trabajo... cuando tú nunca has pisado una oficina de empleo.

Yo diría que tener salud y/o que estén sanos aquellos a los que amamos es una condición para ser feliz, como lo es tener el estómago lleno para poder ocuparte de otros asuntos más filosóficos. Pero es sólo una intuición. No tenéis que creerlo. Ningún instituto me ha pagado para demostrarlo, ni me patrocina ninguna marca.