domingo, 18 de noviembre de 2012

¿Cuánto vale mi vida?

En la católica Irlanda mi vida de mujer vale menos que la de un feto inviable.

Según se ha conocido esta semana, Savita Halappanavar, de 31 años y embarazada de 17 semanas ha fallecido porque los médicos que la trataban eligieron dejarla morir antes que practicarle un aborto. Su marido ha explicado que la mujer pidió en repetidas ocasiones a los médicos del Hospital Universitario de Galway (oeste de Irlanda) que terminasen su embarazo porque sufría fuertes dolores, pero le negaron el aborto porque el feto tenía latido. Sabían que el embarazo era inviable y el feto no saldría adelante, pero protegiendo el latido de ese proyecto de ser humano se cargaron a la madre. Cuentan los periódicos que ahora las autoridades irlandesas van a abrir una investigación para estudiar la muerte de Savita por septicemia (infección generalizada). !Qué asco y qué rabia!

A Savita no la mató la infección; lo que acabó con su vida fue la decisión de los médicos de no salvarla.

Recomiendo leer el artículo de Beatriz Gimeno en El diario.es. A mí la mala leche me ha cortado las palabras.






domingo, 11 de noviembre de 2012

lunes, 5 de noviembre de 2012

Estación: enfermedad

En este viaje en que estamos metidos hay estaciones que quedarían desiertas si no fueran de parada obligatoria. Si pudiéramos elegir no querríamos vivir ciertas cosas, pero nos suceden.

Una persona importante en mi vida está enferma de cáncer. Con esa clarividencia que, a veces, otorga la enfermedad me ha dicho lo siguiente: "La gente huye de mí. Les doy miedo”. Y lo he entendido perfectamente. Somos así de pequeños. Nos asustamos y nos incomoda todo lo que nos recuerda nuestra vulnerabilidad.

Se diría que en nuestra sociedad, entregada al culto del mejoramiento físico, sólo hay sitio para los sanos, listos y guapos. ¡Si una vulgar gripe produce rechazo! Yo sé bien lo penosa que resulta la mirada de mi entorno -bastante hipocondríaco-, cuando el virus me convierte en un manantial de mucosidad.

Susan Sontag también tuvo cáncer y lo que más le enfurecía era ver hasta qué punto la propia reputación de la enfermedad aumentaba su sufrimiento. Escribió un libro sobre las metáforas que rodean al cáncer, al que años después añadió otro apartado sobre el SIDA, que es una espléndida reflexión sobre la segregación, la discriminación que provocan ésta y otras enfermedades. La autora se posiciona claramente contra las teorías psicológicas de la enfermedad, a las que considera “maneras poderosísimas de culpabilizar al paciente”.

La enfermedad nos obliga a pararnos. Nos exige tiempo, reposo, y nos da la posibilidad de repensar lo vivido. Para volver a retomar el camino con más ganas.

He recuperado un poema de Lluis Llach que decoraba mi carpeta de estudiante adolescente. Aquella que paseaba en compañía de mi amiga, hoy enferma. Seguimos aprendiendo juntas.




A FUERZA DE NOCHES
(A FORÇA DE NITS)

A fuerza de noches
amo la vida
y la convierto en
mi mejor amiga,
a fuerza de verdades,
a fuerza de mentiras,
un poco me hiere,
un poco me fascina.

A fuerza de noches
invento las albas,
que cada mañana
despiertan la plana
y espero su grito
que me advierta ¡llegó el momento!
para estar a su lado
si sirvo todavía.

Y mientras tanto aprendo
el alfabeto del grito,
el espasmo del llanto,
el precio de un anhelo,
y así consigo que el tiempo
sea mi aliado
y cada segundo me acerca la mañana.

A fuerza de noches
deseo el nuevo día
a pesar de los verdugos
de razones y vidas,
no olvidéis ningún nombre,
será necesario hacer memoria
para no repetir
el paso de una historia.
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