domingo, 1 de septiembre de 2013

¿Por qué viajamos?

A mí viajar me gusta. Me emociona coger un avión y en un par de horas aparecer en un lugar con diferente idioma. Me siento cómoda en los aeropuertos y tengo una cierta habilidad haciendo maletas. Pero en estos días de vehículos parados en retenciones kilométricas y ofertas último minuto me pregunto el porqué de esa ansía por trasladarnos como parte del ocio.

Un viaje siempre es una pequeña aventura. Se sale de los límites de la comodidad conocida y toca desenvolverse en otra realidad, con otra comida y otro colchón. Surgen dudas que en su simplicidad descubren tus dependencias: llegará la maleta, cómo sobreviviré sin mi champú...

Pero sobre todo es un cambio de estatus. Da igual lo que hagamos en el día a día. Al viajar -en vacaciones- nos convertimos en turistas y hacemos cosas que nunca haríamos en nuestro entorno cotidiano. Los turistas en grupo, con sus pantaloncitos cortos y la ilusión por cualquier novedad, parecen niños de excursión. Lo mismo se aplaude una puesta de sol que se sacan fotos a la estatua de un cocinero televisivo.

Igual es por eso que viajamos: para alejarnos de la responsabilidad y sentirnos como en un largo recreo. Aunque también los hay que se van para poder regresar una vez han comprobado lo bien que viven es su lugar de origen.

El turismo de masas no es un invento de ayer, pero los vuelos de bajo costo han creado el viaje relámpago y en los foros se leen cosas como ésta: "por 18 euros ida y vuelta me voy a Ibiza a pasar el día, ¿qué puedo hacer?". Y alguien le recomienda ver el atardecer en San Antonio.

Como la sopa de sobre o el café instantáneo, se trata de hacerlo cada vez más rápido. No suena muy gozoso.