sábado, 23 de mayo de 2015

Política es todo

En este día de reflexión voy a empezar de frente: no me creo a los ciudadanos del mundo. No me los creo. En realidad, me parece que se mienten a sí mismos. Todos somos de algún sitio. Nos guste más o menos, pertenecemos a algún lugar, a alguna etnia, a alguna clase social, incluso a alguna religión... Podemos borrarnos, renegar, resocializarnos y convertirnos; sí, sin duda tenemos capacidad para mudar de piel, para aprender y cambiar, para mejorar; en ese caso dejamos de ser de un barrio para pasar a ser de otro, pero siempre ubicados estamos. Sin límites no sabemos vivir el espacio.

Tampoco me creo a los apolíticos. En mi opinión, política es todo. Política somos todos.

Igual que no podemos vivir sin respirar, no podemos evitar hacer política todo el tiempo. Cuando compramos, cuando elegimos con quién y dónde estar, cuando comemos, cuando colaboramos en algo o con alguien, cuando protestamos y cuando aceptamos. Cuando nos resignamos y cuando nos vence el hartazgo. Todas esas decisiones individuales tienen consecuencias colectivas. Son políticas.

La campaña electoral se ha dejado sentir en mi casa. En un núcleo tan pequeño de población ha habido de todo: de entusiastas devoradores de debates televisivos a pasotas desengañados de mensajes y programas trillados. Y no podía faltar, porque me ataca siempre en el día de reflexión, el recuerdo romántico y agradecido a las
sufragistas que se lo pelearon para que yo tenga un derecho tan elemental y que no estoy dispuesta a desaprovechar. Me encanta votar. Lo haría más a menudo, si me dieran la oportunidad. Voto con las tripas, con la cabeza y con el corazón. Todo lo pongo yo en la papeleta.

Y animo a todos los que me rodean a participar, porque quien no vota deja que otra persona decida. Y esa también es una actitud política.

(Por cierto, siempre he tenido una duda: ¿De qué mundo son los que se autodenominan ciudadanos del mundo? ¿Del primero? ¿Del tercero? ¿Del mundo mundial?)



domingo, 10 de mayo de 2015

Ser madre

Se me pasan todos los acontecimientos, noticias y días importantes sin tiempo para comentarlos. Como el 3 de mayo,
Día Mundial de la Libertad de Prensa que suena tan bonito y sugerente, o la dimisión de Monedero que ha sido tema de editoriales periodísticos augurando quebrantos sin solución para Podemos. En fin, que tampoco es que importe mucho lo que pienso de esos asuntos, los nombro sólo para decirme a mí misma que tengo más ideas que tiempo libre.

Con las prisas casi se me olvida felicitar a mi madre en su día. Menos mal que como no se ponen de acuerdo sobre si el primer domingo o el segundo...el Día de la Madre se puede celebrar casi en cualquier fecha. Porque si algo define a las madres y las diferencia del resto de categorías/oficios es que no tienen días libres. Es un trabajo a tiempo completo.

A veces, una es madre contra todo y contra todos, sobre todo contra el mercado laboral y las "generosas" ofertas empresariales de congelar óvulos. Otras, la maternidad es un cruel castigo decidido por los poderes políticos e imposible de entender por una mente sana, como explica Maruja Torres en este artículo: Salvadla. Pero en situaciones de "normalidad", es decir, de maternidad deseada y responsable, ser madre es sinónimo de cuidar. Y aunque a los egocéntricos pueda sonarles fatal, cuidar da satisfacciones y te hace mejor persona. Siempre que sepas aprovechar la oportunidad, claro.

Las cosas sencillas de entender no necesitan de grandes discursos. Los seres humanos cuidamos y nos cuidan. Nadie sobrevive totalmente solo. Fuimos niños y nos ayudaron a crecer. Somos madres y acompañamos a nuestras criaturas hasta que aprenden a ser autónomas. Y en el camino, si se comparten de corazón sus sorpresas, sus emociones, sus descubrimientos y su felicidad por "hacerse grandes" se disfruta enormemente.

Amor de madre. Gabinete Caligari

viernes, 1 de mayo de 2015

Me gusta ser una ... turista

Creo que hoy, 1 de mayo, es el mejor día para hablar de vacaciones, ya que las vacaciones pagadas para los trabajadores son -además de un indicador de la salud de los derechos laborales de una sociedad- el punto de apoyo sobre el que se desarrolla el turismo.

Parece que lo hemos olvidado, pero hasta hace unas décadas aquí sólo viajaban los ricos. Si hacemos un repaso a los países que visitaron nuestros padres, los que hemos visitado nosotros y los que han visitado nuestros hijos queda claro el cambio. La respuesta a la pregunta: ¿a qué edad te subiste por primera vez a un avión? da muchas pistas.

Todo esto es para contar que he tenido vacaciones, he estado de viaje y me he percatado, una vez más, de lo mucho que me gusta ser turista. Al contrario de alguna gente cercana a mí que se avergüenza si le descubren como integrante de una excursión de "guiris", yo tengo asumido que todos somos "guiris" para otros y no me parece deshonroso hacer turismo. Es la forma que tengo para saciar -aunque sea superficialmente- mi curiosidad sobre otros lugares y realidades.

Así que en abril he sido turista y, como tantas otras veces, he sido feliz.

La sorpresa ha sido descubrir el desdén y superioridad con que algunos trabajadores de la industria del turismo tratan a los "nuevos" turistas - o sea, a la gente como yo, con limitaciones de tiempo y dinero para viajar-. Al parecer, antes -del inicio de los vuelos baratos, del turismo de masas, de la "crisis"- todo era mejor. Según mi informante (un guía italiano cercano a la jubilación y con mucha jeta, puestos a decirlo todo) "antes" un turista se gastaba 3.000 euros en unas vacaciones y ahora por esa misma cantidad pretende hacer 3 viajes de 1.000 euros cada uno. !Inaudito!

Que el grupo de italianos y alemanes que custodiaba no era de su agrado se notaba, podéis creerme. Su baja consideración para con los viajeros con un ajustado poder adquisitivo me recordó a esos trabajadores que nunca hacen huelga, ni apoyan ninguna reivindicación laboral, ni siquiera asisten a asambleas, porque se creen que la cosa no va con ellos. Pasan como levitando para no enfrentarse a la realidad: sólo hace un siglo que llevamos zapatos y en muchos lugares la mayoría aún camina descalzo.

Según datos de la Organización Mundial del Turismo (OMT), dependiente de Naciones Unidas, en 2014 hubo 1.138 millones de turistas internacionales que traspasaronn alguna frontera. En 1950 fueron 22 millones. En mi opinión, es un indicador de bienestar.