jueves, 3 de agosto de 2017

Turistas somos todos

Va por delante aclarar que mi domicilio está en una ciudad costera, con una playa muy atractiva, y en mi escalera hay, en este momento, dos apartamentos turísticos. Es decir, no hablo desde la ignorancia sino desde la experiencia de quien convive con la industria del turismo sin sacar beneficio económico de la misma.

También quiero remarcar que cuando viajo -por ocio-, me trabajo los recorridos, las estancias y los alojamientos con tiempo. Busco una buena relación calidad/precio de los servicios que voy a contratar e intento llegar al destino con información variada sobre lo que encontraré (veo pelís, leo libros...). Una vez en el lugar, respeto las costumbres locales - por ejemplo, no pretendo que me sirvan una comida a las 16:00 horas donde todo el mundo almuerza a las 13:00-. Y, sí, a menudo me subo en los autobuses turísticos, pago los honorarios de una persona que me haga de guía y me saco fotos allí donde las vistas son más hermosas y los edificos más emblemáticos. O sea, hago vacaciones de turista, cuando puedo y el presupuesto me lo permite.

Una vez enseñadas mis cartas, voy al lío. Me está empezando a caer mal la gente guay que pretende crear una brecha entre viajeros y turistas, entre el turismo alto standing -el que queremos para nuestra ciudad- y ese otro low cost,- sinónimo de gente pobre/hortera/ignorante, dicho todo junto y con desprecio-. No entiendo los ataques a los autobuses llenos de extranjeros igual que no entendía, en su momento, los ataques a los urbanos -a ver cuándo aprendemos que los ricos no necesitan ir en metro, que se mueven en yate y jet privado-.

Vale que el turismo, como la industria metalúrgica o la farmacéutica, necesita de una regulación y que los límites hay que ponerlos antes de que el río se desborde, pero algunos tiran de propuestas númerus clausus -poner tasas, subir precios- , convencidos de que se quedarán dentro del círculo de elegidos y se pueden llevar un chasco cuando descubran que ellos también son low cost para otros.

¿De verdad el enemigo son los turistas? Pues, en ese caso, voy deciros algo que os va a escocer: el enemigo lo llevamos dentro, porque todos y todas somos turistas en algún lugar.

Los que os creeis viajeros -o sea, un nivel más arriba-, cometéis el mismo error que los proletarios que se creen clase media. El espejismo dura hasta que la ola del desempleo te pilla y te baña de realidad: sin salario no eres nada.

Me parece que poner precio a la belleza de un atardecer en la bahía es escupir hacia arriba.

!Feliz verano!