Cada vez son más los portales que lo tienen; un cartelito con la frase mágica: "Esta comunidad no desea propaganda". A veces hay también un recipiente, a modo de papelera, para que al repartidor le quede claro lo que puede hacer con su mercancía.
Podría parecer que se ha extendido el mensaje ecologista de reducir el consumo de papel y salvar árboles, pero no va por ahí. La propuesta suele partir de vecinos "cabreados" que al grito de "que nadie nos engañe, que no nos entretengan con tonterías" van sumando votos contra el enemigo repartidor de folletos.
Sin embargo, la publicidad no engaña. Los publicistas quieren convencernos de la excelencia de un producto, crearnos necesidades que taparemos con dinero. Recubren de fantasía nuestras carencias, manipulan la emoción, pero son sinceros. Siempre acaban descubriendo sus cartas.
Curiosamente, una parte del público que con tanto ahínco rechaza la propaganda es la misma masa que confía en los periódicos gratuitos. "Dicen la verdad, porque no son de nadie" (frase contundente escuchada a un anónimo en el metro y referida a la ausencia de editorial en los gratuitos) !Como si cada titular no fuera en sí mismo un editorial!
Hace un tiempo participé en un seminario en la que más de la mitad de los ponentes intentaba justificar que lo suyo no era hacer propaganda, sino educar en valores. Eran pedagogos, sicólogos, consultores varios que como no venden un producto sino ideas , como "tratan de concienciar y no de animar al consumo" se resistían a hablar de publicidad. Tan empeñados estaban en marcar las diferencias con los publicistas que daban un poco de pena. Defendían su inocencia con argumentos banales. Como el anónimo del metro.
La publicidad es la mala porque va de frente. Y somos tan listos que preferimos que nos coman el coco sin aviso previo.
viernes, 6 de febrero de 2009
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