Salgo del verano con melancolía y entro en el otoño un poco lenta y con buenos propósitos -como todos los años-. Estreno agenda en septiembre, pero es en octubre cuando de verdad empiezo a usarla.
Quiero bailar más, reir más y trabajar menos. Esas son las intenciones para los próximos meses.
Y lo de trabajar menos no es una pose. Voy a convertir El derecho a la pereza en mi libro de cabecera.
Si la clase obrera, tras arrancar de su corazón el vicio que la domina y que envilece su naturaleza, se levantara con toda su fuerza, no para reclamar los Derechos del Hombre (que no son más que los derechos de la explotación capitalista), no para reclamar el Derecho al Trabajo (que no es más que el derecho a la miseria), sino para forjar una ley de bronce que prohibiera a todos los hombres trabajar más de tres horas por día, la Tierra, la vieja Tierra, estremecida de alegría, sentiría brincar en ella un nuevo universo...
Donde Paul Lafargue dice "hombre" hay que incluir a las mujeres. Y no me digáis que tres horas al día no es una medida estupenda. Dos horas más de trayecto ida y vuelta, hacen cinco horas para ganarse el pan y el resto para disfrutar de las rosas. Y habría empleo para todos.
A los asalariados que aún viven en el espejismo de ser o haber sido alguna vez clase media les recomiendo ver la última película de Ken Loach, I, Daniel Blake.
domingo, 2 de octubre de 2016
Menos para el pan y más para las rosas
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