lunes, 20 de septiembre de 2010

Ropa vieja

Guardar puede ser un síntoma de esperanza. Conservar algo con el espíritu de volver a usarlo. Eso me pasa a mí con la ropa. Lo guardo todo, por si acaso.

Estos días he estado tirando ropa vieja. Regalándola, más bien, ya que era la talla y no el deterioro lo que la había apartado al fondo del armario. Ha sido como ver pasar mi vida frente a mí. Eso que dicen ocurre en las pelis, pero no al final del camino sino en la puerta del perchero.

El paso del tiempo se me hace visible en diminutos vestidos y colores de otra época. Alguna vez mi hija fue así de chiquitina. ¡Qué vértigo! Los “ no padres” no saben lo que esto…

Luego, entregas lo que te sobra al lugar de reciclaje y te percatas del derroche y la desigualdad. Te obliga a pensar en lo que otros pueden hacer con lo que tú tiras. ¡Qué cantidad de objetos se amontonan a la espera de futuros consumidores! Muebles y juguetes desechados por unos que irán a manos de otros.

Está claro que se puede vivir con menos. Que se viva bien, mal o regular es otra historia. Aquí entraríamos en el debate entre lo suficiente y lo necesario, por otra parte, muy de actualidad en estos días.

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