domingo, 29 de marzo de 2009

Nuestra edad laboral

En esta época en que la juventud se estira como el chicle -hasta la gazte txartela se alarga a los 30- y la esperanza de vida aumenta convirtiendo en normal lo que antes era singular -morir muy viejo- resulta que la edad laboral es cada vez más reducida.

Dicho así, parece un motivo de alegría. ! Qué bien que vivamos más y trabajemos menos ! !Abajo las obligaciones y arriba el jolgorio! Pero la realidad es otra. Se retrasa la entrada al mundo laboral -paro juvenil muy elevado - y se adelanta la expulsión del mismo - prejubilaciones a los cincuenta- Y los nacidos sin patrimonio o herencia anhelamos un empleo porque con tantos años de vida también son más los gastos, y por aquí tenemos la costumbre de comer tres veces al día.

Pocas cosas son tan desesperantes como buscar trabajo. Hay que haberlo intentado para entenderlo. Además, ser mujer es factor de riesgo. Riesgo de ser expulsada de la selección en el primer asalto.

Licenciada, 39 años y madre. Comprueba que su edad es el único punto del currículum que interesa a la entrevistadora de Recursos Humanos (ejecutiva prepotente con la lección bien aprendida y un gran hueco en su sesera: o no se acuerda de que es mujer o cree que ella nunca tendrá más de 35). "Entenderás que es difícil que seas seleccionada; estás casi en los 40".

El mismo motivo te pone la primera en la lista de prejubilaciones. Que te guste lo que haces y quieras seguir no es algo a tener en cuenta; que lleves cotizando desde los 18 y la prejubilación suponga reducción de ingresos no es importante. Lo que hace más dolorosa la experiencia es la actitud de los compañeros/as: "Con 58 y sin hijos, chica, entiende que otros lo necesitan más".

Y lo cierto es que lo entendemos perfectamente. Hartas estamos de entender que cuando tocan a arrebato, cuando el "sálvese quien pueda" es el lema más interiorizado, en épocas de crisis, a más de uno/a le sale el instinto talibán y se corea al unísono aquello de "las mujeres a su casa", que no hay para todos y lo de cambiar el modo de reparto no interesa a los que siempre pillan trozo.

domingo, 15 de marzo de 2009

Afán de control

Hay personas, demasiadas, que en vez de basar sus relaciones, incluso las más íntimas, en la confianza las basan en el control. Duermen mejor sabiendo que un papel firmado les une obligatoriamente a su pareja o, al menos, hace más difícil la separación. ¿Cómo van a aceptar dejar en manos de una menor la decisión de contar o no con sus padres?

Eso y no otra cosa es lo que propone la futura ley del aborto al otorgar a las jóvenes mayores de 16 años la potestad de abortar sin conocimiento de los padres. Les da la opción de elegir si les incluyen en su decisión o lo resuelven solas.

Según las leyes vigentes una chica de 16 años puede casarse, someterse a una operación de cirugía estética y trabajar sin consentimiento paterno, pero lo necesita para hacerse un tatuaje. A esa edad tienen responsabilidad penal, pero no están autorizadas para comprar tabaco ni consumir alcohol. Aunque evidentemente lo hacen. Sin pedir permiso.

Algunas voces se levantan contra la reforma porque piensan que limita el papel de los padres, los excluye. Sin embargo, a poco que pensemos nos damos cuenta de que la confianza entre las personas no depende de lo que nos diga una ley sino del camino recorrido juntos. Y es así en todo tipo de relaciones.

Tras la apariencia de proteger a las menores se diría que a quien protegemos es a los adultos, de sus propias contradicciones y miedos.

¿Alguien cree que una joven que pueda confiar en la comprensión y el criterio de sus progenitores no les va a pedir ayuda? A los 16, a los 26 y a los 36..., siempre cuentas con los que sabes que te quieren y te respetan. Pides ayuda a quien crees que te la va a dar.

domingo, 8 de marzo de 2009

Ellos también saben

A. llega a casa del trabajo y recoloca en la cuerda la ropa que su marido ha tendido antes -una pinza aquí, otra allá- refunfuñando porque él lo hace siempre mal. "¿No se seca igual?" "Sí, pero no vas a comparar..."

J. tiene un niño de corta edad al que no ve despierto por las mañanas. Es el padre quien lo levanta, le prepara el desayuno y le ayuda a vestirse con la ropa que J. deja decidida la víspera. "Es que él le pone cualquier cosa" "¿El niño pasa frío?" "No, pero le da lo mismo que el jersey sea de cuadros y el pantalón de rayas".

M. es la única hija de cuatro hermanos. Su madre pasa de los 80 años y sólo quiere estar con ella. No se encuentra cómoda con los hijos; no la cuidan tan bien, están a sus cosas. Así que M. está resignada a no disponer nunca de tiempo propio. "Sólo echo de menos no haber tenido alguna hermana".

I. es madre primeriza de un bebé inquieto y llorón. Se despierta tanta veces por las noches que ya no recuerda la última vez que soñó. No le da tiempo, literalmente. Mientras, el padre de la criatura duerme a pierna suelta. "¿Cómo puedes dormir tan tranquilo? ¿Es que no le oyes?" "Bueno, yo confío en que tú te vas a despertar primero. Como tienes el sueño más ligero..."

8 de marzo. Publicidad de Emakunde: "¿Te imaginas que pasaría si las mujeres cuidadoras hicieran huelga?" Nada. No pasaría nada. Ellos saben cocinar y limpiar. Saben cuidar y cuidarse. Y si no saben pueden aprender.

Aunque quizá lo que pasaría es que si se hicieran cargo del cuidado lo convertirían en trabajo remunerado. Y estaría bien pagado.