sábado, 24 de mayo de 2014

Vasco malo o vasco tonto


Lo dejo claro desde el principio: he visto “8 apellidos vascos” y no me ha gustado.

Ya sé que es la más taquillera de la historia y ha conseguido que las salas se llenen de carcajadas, tan necesarias en estos tiempos de crisis y bla, bla, bla, bla, bla, bla.

A mí no me ha gustado.

Y no me voy a escudar en que sea una película de baja calidad, con un guión previsible… Esa valoración se la dejo a la crítica. No me ha gustado porque soy vasca.

Que mi opinión importa poco. Ya. Es lo que tiene ser minoría. Imagino que les pasa igual a los gangosos o a los homosexuales; estarán hartitos de los chistes de mariquitas y de los sobraos que se ríen de las minusvalías físicas. Yo, como parte implicada, puedo opinar. No me ha hecho gracia la imagen que se da de los vascos y las vascas. O sea, de mí.

Conozco la importancia de no tomarse muy en serio y lo sano que resulta reírse de uno mismo. Y que los tópicos son sólo eso. Pero cuando alguien saca a colación lugares comunes como, por ejemplo, que las mujeres somos peores conductoras que los hombres, me defiendo de la mentira. No me río.

Porque una cosa es tomarse la vida con humor y otra es ser gilipollas y machacarse a uno mismo.

Pero claro, no se puede esperar otra cosa: soy vasca, o sea, borde. A eso se reduce: o somos malos o somos tontos. Tan descerebrados que cualquier pringao con un megáfono nos engaña; tan lerdos como la chavala de la peli, que empieza sacando las uñas y a los dos días de roce ya le da igual Antxon que Rafa.

Recuerdo a mi padre –admirador de John Wayne- diciendo en voz alta que a los indios norteamericanos, recluidos en reservas, no debía gustarles nada cómo los pintaban en las películas del Oeste: siempre malencarados y salvajes.

Yo debo ser india. Digo, vasca. O sea, borde (mejor que tonta).

sábado, 3 de mayo de 2014

Pobreza laboral

Para seguir sin perderse el recorrido de esta engañosa crisis hay que aprender a utilizar un concepto nuevo: la pobreza laboral.

Hasta ahora, por aquí se pensaba que ser pobre era sinónimo de estar desposeído, no tener trabajo, ni colchón, ni sustento familiar... Pero los tiempos cambian y en la Europa del bienestar empezamos a conocer una realidad ya extendida por otros continentes. En la pobreza caen también todas las personas que no pueden adquirir la cesta de la compra con el ingreso de su trabajo. Porque trabajar ya no asegura nada. Sueldos cada vez más bajos, condiciones que empeoran día a día y una clase política que está muy lejos de esa realidad. En un mundo aparte.

Sólo que hay escuchar lo que Sarkozy le decía a su mujer en las conversaciones privadas que dejaron de serlo cuando las filtró a la prensa uno de sus asesores. El entonces presidente de Francia decía así: "En política llega un momento en que lo tienes casi todo pagado. Nosotros tenemos una casa en alquiler y tres residencias oficiales..."

Ellos y nosotros. ¿Qué podemos hacer? Seguir, seguiremos.





Amb la tendresa que ens deixares
amb les coses senzilles
amb la terra entre els dits
seguirem.

Amb l'enyorança a les finestres
amb les cançons d'Ovidi
amb les lluites d'ahir,
seguirem.

Amb la il·lusió que desbordaves
amb les paraules vives
amb els somnis humils
seguirem.

Amb tot allò que construïres
amb les banderes velles
d'un país clandestí,
seguirem.

Seguirem!
encara amb la mateix coratge
Seguirem!
encara amb la mateixa il·lusió
Seguirem!
encara amb el mateix empenta
Seguirem!

Encara amb la mateixa passió
fidels a aquell somriure que mai
no oblidarem
camí de la victòria,
seguim,
seguirem.

Amb els estels que encara brillen
amb els records que ens porten
amb el cel ple de nit,
seguirem.

Amb l'emoció del primer dia
amb la gent que t'estima
amb l'esforç compartit,
seguirem.

Amb les batalles quotidianes
amb les guerres de sempre
amb el teu compromís,
seguirem.

Amb tot allò que defensares
amb un somriure als llavis
amb un foc sota el pit,
seguirem.