domingo, 21 de junio de 2020

Tres meses, el pensamiento mágico y la anormalidad

Vais a permitir que no me emocione con el fin del estado de alarma, pero es que llevo semanas viajando en transporte público, rodeada de personas anónimas, cada vez más, cada vez más cerca... Compartir espacio cerrado, codo con codo, con gente enmascarada me impide sentirme en la normalidad, ni vieja ni nueva. 

¿Lo peor pasó? Bueno, es así en mi calle del mundo, pero esto es como la rotación solar -cuando aquí luce en otro lugar del planeta es de noche (150.000 contagios el jueves)-.  Ahora hablamos más de lo que se puede hacer que de lo que no. Se repiten los llamamientos a la responsabilidad individual y el pensamiento mágico coronafree se extiende por terrazas y comunidades: a nosotros, -supervivientes de la primera ola- no nos puede pasar. Es como creer que si me tapo los ojos los demás no me ven. 

¿Nos han cambiado estos tres meses? Claro que no. Yo soy más yo. Más harta del postureo y del hacer que hacemos. Cada vez más cabreada y más consciente de que lo importante se escapa cuando aceleramos para cumplir con todo. Nos la pasamos corriendo de una obligación a otra. Pararnos tuvo su parte buena. Isaac Rosa lo explica con acierto.

Ahora toca de nuevo acelerar para reactivar la economía. Nos quieren productivos y consumidores, que no ociosos gratuitos. Sal a trabajar, júntate para gastar, pero no socialices gratis que se cae el sistema. Este sistema sostenido por una multitud sin tiempo para nada. Personas a las que no les da la vida. !Qué expresión tan clarificadora y cruel! Si la vida no nos da para vivir, ¿en qué la estamos gastando?

Pero no nos pongamos demasiado reflexivos que hemos salido de esta y es domingo. Toca ser discretamente felices. Cada cual como elija o pueda. Por ejemplo, escuchando en bucle, una y otra vez, versiones de una misma bellísima melodía. Keith Jarret My Song