domingo, 12 de octubre de 2014

Kobani

Están siendo unos días terribles para cualquiera que tenga un mínimo de relación con la actualidad. Vamos, que a nada que leas un periódico o veas un informativo te asaltan los monstruos. Esas tarjetas negras, negrísimas, de personas que se dedican a decir una cosa y hacer otra, nos dejan desarmados ante tanta hipocresía y tanto egoísmo. La sanitaria contagiada de ébola que pone en evidencia -totalmente desnudos- a esos gestores políticos, tan incompetentes e irresponsables que, en medio de la crisis, se comportan como los protagonistas de un chiste (... "yo de esto no sé más que lo que cuentan los medios"...). Y "Excalibur", el perro sacrificado que ha conmovido a miles de personas.

Pero a mí, reconozco que nada me parece tan preocupante como la lucha desigual que se está llevando a cabo en Kobani. Los kurdos, abandonados a su suerte, están defendiendo a Occidente frente al avance del Estado Islámico. Y ninguna de las democracias de pedigrí hace nada por ayudarles.

Por si alguien anda despistado, cabe recordar que el Estado Islámico, el que se ha hecho famoso por grabar y difundir las decapitaciones de algunas de sus víctimas, ha conseguido ya un territorio equivalente en extensión a Gran Bretaña (que va desde la frontera con Turquía hasta Bagdag), tiene muy claro su objetivo (implantar la sharia) y dispone de medios para conseguirlo (petróleo, financiación, armamento y capacidad de captación). Amnistía Internacional ha denunciado homicidios y secuestros masivos de la población. Y visto como se las gastan con los periodistas, no cuesta imaginar lo que pueden hacer cuando nadie les ve.

Realmente, si no estuviéramos tan anestesiados por las barbaries cercanas podríamos entender que nuestra libertad, en este momento, la están defendiendo los kurdos -hombres y mujeres-, en Kobani. Y algún día, quizá no lejano, sentiremos no haberles ayudado.