sábado, 27 de febrero de 2010

¿Estás en Tuenti?

¿O en Facebook? Esta debe ser la pregunta que se hacen ahora los jóvenes al conocerse. El "estudias o trabajas" es rotundamente anacrónico ahora que estudiar se ha alargado hasta los 30 y trabajar necesita de mucha explicación adyacente. ¿Quién trabaja a secas? Se puede ser contrato basura, en prácticas, por obra, economía sumergida, esclavo por horas, rico funcionario o hasta parado ( !si será vieja la pregunta entrecomillada que no contemplaba el agujero del paro! ).

Estamos en que ahora lo que marca es la pertenencia a una red social. Tuenti es para los más jovencitos. No entra cualquiera; otro miembro tiene que invitarte. En Facebook es tan fácil hacerse un hueco que ya hay 300 millones de usuarios. Y hasta los diccionarios prestigiosos acomodan sus acepciones al nuevo fenómeno. El New Oxford American Dictionary eligió como palabra del año 2009 "Unfriend" verbo que significa la eliminación de una red social de una persona que antes era considerada como un amigo. El "ya no te ajunto" de la infancia elevado a término sofisticado.

Hay preocupación sobre el uso y el abuso de estas plazas públicas vía Internet. La información deja rastro. Esa foto de la juerga en la playa la pueden usar para despedir al trabajador que fingía una depresión. Tu jefe, la pasma, todos los poderes oscuros rastrean la Red para conocer lo que no quieres que sepan.

Cuando se inventó el teléfono seguro que también creó desconfianza en algunos sectores. Hay gente que no sabe usarlo. Grita y no da información sólo la pide. "¿Quién eres?" "¿Quién eres"? y resulta que han llamado ellos. Mi abuela, una a la que conocí ya muy vieja, decía que ese aparato sólo había que usarlo para emergencias.

Más prehistoria tecnológica: los porteros automáticos. Tuvo que ser un gran cambio pasar de la aldaba (parecía un código secreto: primer piso derecha, un golpe; segundo izquierda, dos y repique) a la puerta abierta y cerrada a distancia.

Internet ha cambiado los canales y las formas de comunicación. Es interesante y divertido lanzar mensajes a gente que no es conocida y recoger otros que no se escribieron pensando en ti. Hay bastante información y mucha, muchísima basura. Así que navegar implica un aprendizaje más. ¿Puede ser peligroso? Seguro que sí. Como dejarse la puerta de casa abierta mientras se duerme. No sabes si puede entrar alguien indeseable. Cuestión de sentido común.

Más peligroso veo yo que el continente nos encante y se coma al contenido. Lo importante sigue siendo lo que se dice. El significado es el que nos llega. Y todo suma, sin que las formas más clásicas de expresión hayan perdido valor. Por ejemplo, algo tan humilde como silbar puede estar lleno de intención. Y si no, que se lo pregunten al Borbón.

sábado, 13 de febrero de 2010

Vamos a contar mentiras...

Por ejemplo, que el euskara se valore en exceso en las pruebas de acceso al sector público. Sólo hay que acercarse a una oficina de la Administración vasca y contar -uno, dos, tres...- cuantos funcionarios son capaces de expresarse en euskara. La mayoría no sabe. Y no parece que ese desconocimiento les supusiera ninguna traba para conseguir el puesto.

En una oposición, una vez superadas las pruebas comunes, los candidatos vascoparlantes consiguen más puntos que los que sólo conocen el castellano. Para acabar con ese privilegio, en el Parlamento proponen "adaptar la política lingüística a la realidad". ¿Y cuál es la realidad? Depende desde dónde se quiera mirar.

Un euskaldun -pagador de impuestos con los que se contrata y se abona mensualmente el sueldo del empleado público- tiene que acomodarse al idioma que el funcionario conoce. Esa es la realidad. Y también es real el dinero que se gasta -cantidad nada despreciable pagada a escote- en traducciones oficiales y cursos de euskara porque el personal no está capacitado para hacer su trabajo en los dos idiomas oficiales.

No sorprende que la solución que proponen sean rebajar la exigencia del conocimiento cuando muchos, muchísimos de los cargos públicos no saben euskara -el parlamento es un buen reflejo de esa ignorancia- y se asume con normalidad que se nombre un director de televisión y radio públicas que no es capaz de comunicarse en uno de los idiomas que utiliza algunos de los medios de comunicación que dirige. Si no se lo exigen a sí mismos, por qué se lo van a exigir a un auxiliar administrativo.

Entre la realidad real y la realidad virtual a la que nos llevan hay un camino de mentiras repetidas y propaganda engañosa. Si al menos les creciera la nariz como a Pinocho… Pero hoy es sábado, y no estoy dispuesta a dejarme amargar un sábado. Les borro de mi mente y elijo soñar con un mundo al revés.



domingo, 7 de febrero de 2010

No salen las cuentas

Trabajar cansa. Además de ocupar demasiado tiempo, cansa. El que ha probado lo sabe. Y más si piensas en todos los días trabajados, uno tras otro, como una continuidad. Los contratos laborales te marcan horarios y ratos de ocio, el periodo de comida, la entrada y la salida, si puedes o no echar la siesta…

Un día de fiesta es aquel del que puedes disponer a tu antojo. El resto están decididos. Es así hasta hacerse viejo. A partir de cierta edad, ves gente que cuenta los años, los meses, que les faltan para jubilarse. Están cansados y sueñan con cobrar sin tener que fichar. Un logro de la sociedad del bienestar.

Acaba de abrirse el debate que dará a la derecha el próximo gobierno. Los dirigentes políticos nos lanzan un interrogante: ¿Cómo vamos a asegurar el bienestar en una sociedad donde los viejos viven demasiados años? Con una esperanza de vida tan alta, cobran las pensiones durante más tiempo y encima sus gastados motores necesitan muchas reparaciones y cuidados. ¿A cuánto sale un enfermo crónico de 80 años? Los que piensan en estas cosas no nos lo dicen así de crudo porque suena feo, pero tienen hecho el cálculo.

El sistema necesita que los “no productivos”, los pensionistas, se mueran antes o cobren menos. Si se consiguen las dos cosas al mismo tiempo, más ahorro. De ahí viene lo de querer alargar el trabajo obligatorio hasta los 67. De momento. Si insistimos en vivir más tendrán que tomar otras medidas. Porque, de seguir así, de no hacer nada, el sistema no lo soportaría. Sin embargo, sí que soporta las elevadas tasas de paro juvenil. ¡Vaya panorama! A los 65 trabajando para dar la paga al hijo desempleado de 32.

¿Quién es el sistema? ¿Para qué quién trabaja? ¿A quién beneficia? ¿De qué lado están los que tanto lo defienden? También podríamos legalizar la esclavitud para una parte de la población. Seguro que así salen más fácil las cuentas.

Hay quien va a comprar un sujetador y si sus pechos no le dan para llenar una talla cien se pone implantes. Alteran el cuerpo para que se adapte al traje. Cuando lo saludable es hacerlo al revés.

Digo yo que si el sistema no nos vale, habrá que cambiarlo respetando el cuerpo social. ¿Por qué, para empezar, no implantamos un sistema con topes por arriba? Si hay un sueldo mínimo interprofesional ¿por qué no un sueldo máximo? Que si la pasta no llega la saquen de otro sitio. Se podría, por ejemplo, cobrar más impuestos a los que tienen mucho, mucho, demasiado.

Va a ser el debate de los próximos meses. Van a intentar convencernos de la inmovilidad de la esencia del sistema. Hay que estar preparados. Para empezar, aconsejo consultar en un diccionario el significado de las palabras socialista y obrero.