sábado, 11 de abril de 2009

Un colchón de mentiras

Sobre una mentira se puede organizar una vida o incluso una sociedad. Dichas de la manera adecuada y a quien quiere oírlas, las mentiras salen a cuenta; se les puede sacar mucha rentabilidad.

Era mentira que Gernika la quemaran los rojos y la frase duró toda una dictadura. Hoy en día, bajo acusaciones mentirosas, un joven independentista puede tirarse años en la cárcel. Porque si pensar diferente es delito, o te convierte en cómplice del delito, todos podemos ser terroristas de alguna causa.

Es mentira que para trabajar en la Administración vasca sea obligatorio saber euskara. No hay que esforzarse mucho para encontrar numerosos funcionarios que ni saben ni tienen intención de aprender. Pero se construyen programas electorales sobre esa falacia. Y funciona.

Es falso que nuestra sociedad del bienestar no fabrique pobres. Son menos y no tan visibles como en otros lugares, así que recurrimos al autoengaño para que no se nos atraganten.

Los Reyes Magos son una mentira que contamos a los niños. Y abren los telediarios. Se diría que preferimos un cierto grado de merengosa mentira a la sinceridad absoluta: ácida, arisca y tan difícil de moldear.

A veces es mentira que quien quieres te quiera, pero te lo crees para dormir más tranquila.

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