viernes, 30 de julio de 2010

Turistas, no gracias

Desde que el veraneo, o las vacaciones, se han proletarizado y todo el mundo siente la obligación de salir de su lugar de residencia -al parque temático, al apartamento del suegro, adonde sea- ser turista ha perdido glamour. Porque claro, ¿quién podía viajar hace cuarenta años? A ver que levanten la mano los lectores que han tenido abuelos viajeros. Sólo viajaban los emigrantes y cuando llegaban a destino era para quedarse.

Decía que desde que a la plebe -o sea, a casi todos ya que la nobleza es un club restringido- le ha dado por viajar de alguna manera, lo de ser turista ya no es "guay". Pasa como con esas profesiones antaño sólo ocupadas por los hombres que a medida que las mujeres llegamos a ejercerlas pierden prestigio.

Ahora resulta que nadie quiere ser turista. Da vergüenza que te vean haciendo el "guiri" en un autobús de dos pisos, o con la cámara al cuello tipo japonés. Lo que se lleva es ser viajero. Es gracioso como nos engañamos.

Pero aún es más hipócrita la opinión que tenemos de los turistas cuando son "el otro". El turismo es una industria importante de la que vive mucha gente. Y en estas fechas es noticia recurrente contar los que vienen, los que van, cuánto gastan, en qué. Curiosamente, a quien más molestan los turistas es a los habitantes de zonas costeras que se ven desbordados -dos meses al año, no lo olvidemos- por bandadas de visitantes ávidos de mar y sol. Sienten que se acabó la paz. Llegan los navarros - o cualquier otro colectivo del interior - y llenan la playa. El colmo son los hosteleros que salen en los medios despreciando al "turista diesel" (anda mucho consume poco). Por no citar los prejuicios contra los mochileros. Si fuera por algunos se les cobraría peaje de entrada.

Escuchando a alguna gente se diría que su filosofía se resume así: "los turistas que no entren, que dejen aquí su dinero y se vayan de la misma sin molestar a los lugareños". Pero es que no hay pueblo turístico que lo sea sin turistas. Igual que no hay lugares paradisíacos sin zona industrial que los mantenga. Estas diferencias por nacimiento "yo soy del sitio bonito tú del feo y me molesta tu visita" no las entiendo. Unos han tenido más suerte que otro en el reparto, vale, por eso mismo, justo es que todos tengan acceso a la belleza.

En realidad, todos somos mochileros según desde que pedestal se nos mire. Y mandamos nuestra basura a algún vertedero.

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