lunes, 5 de noviembre de 2012

Estación: enfermedad

En este viaje en que estamos metidos hay estaciones que quedarían desiertas si no fueran de parada obligatoria. Si pudiéramos elegir no querríamos vivir ciertas cosas, pero nos suceden.

Una persona importante en mi vida está enferma de cáncer. Con esa clarividencia que, a veces, otorga la enfermedad me ha dicho lo siguiente: "La gente huye de mí. Les doy miedo”. Y lo he entendido perfectamente. Somos así de pequeños. Nos asustamos y nos incomoda todo lo que nos recuerda nuestra vulnerabilidad.

Se diría que en nuestra sociedad, entregada al culto del mejoramiento físico, sólo hay sitio para los sanos, listos y guapos. ¡Si una vulgar gripe produce rechazo! Yo sé bien lo penosa que resulta la mirada de mi entorno -bastante hipocondríaco-, cuando el virus me convierte en un manantial de mucosidad.

Susan Sontag también tuvo cáncer y lo que más le enfurecía era ver hasta qué punto la propia reputación de la enfermedad aumentaba su sufrimiento. Escribió un libro sobre las metáforas que rodean al cáncer, al que años después añadió otro apartado sobre el SIDA, que es una espléndida reflexión sobre la segregación, la discriminación que provocan ésta y otras enfermedades. La autora se posiciona claramente contra las teorías psicológicas de la enfermedad, a las que considera “maneras poderosísimas de culpabilizar al paciente”.

La enfermedad nos obliga a pararnos. Nos exige tiempo, reposo, y nos da la posibilidad de repensar lo vivido. Para volver a retomar el camino con más ganas.

He recuperado un poema de Lluis Llach que decoraba mi carpeta de estudiante adolescente. Aquella que paseaba en compañía de mi amiga, hoy enferma. Seguimos aprendiendo juntas.




A FUERZA DE NOCHES
(A FORÇA DE NITS)

A fuerza de noches
amo la vida
y la convierto en
mi mejor amiga,
a fuerza de verdades,
a fuerza de mentiras,
un poco me hiere,
un poco me fascina.

A fuerza de noches
invento las albas,
que cada mañana
despiertan la plana
y espero su grito
que me advierta ¡llegó el momento!
para estar a su lado
si sirvo todavía.

Y mientras tanto aprendo
el alfabeto del grito,
el espasmo del llanto,
el precio de un anhelo,
y así consigo que el tiempo
sea mi aliado
y cada segundo me acerca la mañana.

A fuerza de noches
deseo el nuevo día
a pesar de los verdugos
de razones y vidas,
no olvidéis ningún nombre,
será necesario hacer memoria
para no repetir
el paso de una historia.
---


4 comentarios:

  1. Al cáncer y al sida habría que añadirle el alzheimer, otra peste de estos comienzos de siglo. Conozco casos cercanos y es una enfermedad demoledora, intransigente, que acaba con el ser de la persona.
    La enfermedad, antesala de la muerte, es vista con repugnancia por lo que avisa. Hasta que no nos reconciliemos con la muerte, con el efímero paseo que damos por este mundo, no podremos convivir con la enfermedad de forma natural.

    ResponderEliminar
  2. Eskerrik asko animoengatik baina ez naiz ni gaixo dagoena; niretzat erraza da hitz egitea.

    ResponderEliminar