martes, 17 de marzo de 2015

Incertidumbres y certezas (I)


La angustia del parado que desconoce si encontrará trabajo, el temor del enfermo a la espera de diagnóstico, la duda del enamorado que no sabe si será correspondido... son situaciones de incertidumbre que desgastan. Quien las ha conocido lo sabe. Los humanos ansiamos la certeza. Queremos algo seguro a lo que agarrarnos, una verdad que nos sujete.

Cuando murió mi padre, con 77 años, mi sobrino, un niño de 5, -aficionado a los números- preparó una lista con las nombres de sus allegados (madre, padre, hermana, tíos...) y la edad de cada uno. Tras analizarla, le dijo a su madre que podían estar tranquilos, había muchos números entre esas cifras y el 77. Quedaba mucho hasta la muerte. Encontró su certeza y se quedó satisfecho.

Personales o sociales, las incertidumbres hacen daño y hay que aprender a gestionarlas. Me da que la comunicación política juega con esas dos ideas (incertidumbre y certeza) para llevarnos al huerto. Aunque vayamos de racionales, votamos con las tripas. Sólo hay que leer el famoso discurso de Obama en el acto de celebración de su victoria electoral (Chicago 04/11/2008) para entender que la emotiva historia de Ann Nixon Cooper, con la que finaliza el relato, tiene el objetivo de conmover y llegar al corazón.

Seguiremos.

Che sarà della mia vita, chi lo sa...

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