sábado, 30 de octubre de 2010

Miremos a Francia

A ratos, estoy leyendo un libro de esos de consumo rápido, ideal para los trayectos de metro. Son las confidencias de un camarero yankee que abrió un blog (WaiterRant) para desahogarse y soltar allí sus frustraciones laborales y, gracias al éxito de la página, acabó convirtiendo en libro sus entradas sobre clientes estúpidos, colegas desequilibrados y jefes déspotas.

No he encontrado, entre las confesiones del camarero, ni una sola palabra de queja sobre un sistema laboral que se sustenta en trabajadores sin contrato, sin ninguna cobertura sanitaria, obligados a soportar las humillaciones del dueño y de los clientes maleducados, sin más derecho que aguantar o marcharse. En tono humorístico, el camarero derivado a escritor habla de jornadas interminables a cambio únicamente de la propina. Se trasluce mucha filosofía del “esto es lo que hay. Lo tomas o lo dejas. Ni se te ocurra pensar en cambiarlo”.

Curiosamente, las críticas más ácidas son contra los clientes que, según afirma y yo no tengo razones para dudarlo, “están casi al borde de necesitar tratamiento psiquiátrico”. Como no pueden expresar su ira contra la gente responsable de sus arrebatos –el jefe o alguien con más poder- se despachan a gusto contra el camarero, a fin de cuentas un criado barato. Y todo se resquebraja si no dejan una buena propina. Porque mientras el cliente cumpla con su parte, el camarero aguanta. Si no, la próxima vez escupirá en su sopa.

Lo que yo veo en esos relatos son pringados cabreados contra otros pringados. Lo que los amos del mundo quieren para todos los trabajadores. Es lo que están promoviendo escudados tras el mantra de la crisis, crisis, crisis. Contratos flexibles, despido barato, salarios a la baja, paro elevado, pocas prestaciones sociales. Y la rabia dirigida hacia abajo, nunca hacia arriba (¿por qué el “waiter” de New York nunca ensucia la comida de su patrón?)

Miremos a Francia
. Al menos, hay alguien que no se ha creído el cuento. (Si es que a algunos medios sólo les falta titular con que los ancianos amenazan el estado de bienestar). La verdad resumida es que el déficit público y la deuda generada por los millones dedicados al rescate de los bancos se van a resolver con planes de ajuste que implican una pérdida de derechos laborales. Ahora son las jubilaciones, luego serán las vacaciones.

Y la batalla la están librando los franceses, mientras otros nos enredamos con la propina.

2 comentarios:

  1. Leí el libro en verano y no me fijé en lo que tú apuntas. Vete a saber si también saltaremos del blog al libro ;-)

    La diferencia con Francia... evidente.

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  2. Estuve pensando titular la entrada: "quiero ser francesa". Mo me dan ninguna envidia los trabajadores estadounidenses (aunque cuentan con la ventaja de no tener que estudiar inglés de adultos:-)

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