A la pantalla de mi móvil saltan imágenes de mi vida hace ahora un año. La víspera de que la pandemía nos mostrara su rostro, tuve un fin de semana de celebraciones familiares y de amistad. Más de 20 personas en torno a una mesa, hablando, comiendo, riendo, tocándonos...
Las fotos muestran personas ajenas a contagios y cuarentenas. Después llegarían el confinamiento y el teletrabajo. Y la convivencia con una enfermedad que ha puesto la cotidianidad patas arriba y nos ha mostrado, crudamente, las costuras de nuestras certezas.
¿Entonces éramos felices? Visto desde el ahora, sin duda. Y hoy ¿lo somos? Cada cuál tendrá que buscar su respuesta.
Yo me he hecho una lista de las cosas positivas que, para mí, ha tenido el 2020. Son varias e interesantes. Quizá habría llegado al mismo lugar sin la pandemía, nunca lo sabré.
Lo que sé es que en este periodo extraño y difícil he desarrollado mucho mi capacidad para el disfrute; me he hecho más selectiva en cuanto a las compañías, los lugares y los tiempos; más sensible (el calor me parece más cálido, el aire, más fresco), y aprecio mejor los afectos y el silencio.
A ratos, diría que todo consiste en resistir. Y en eso las mujeres como yo estamos entrenadas.
A veces parece que haya sido un sueño, o una pesadilla. O incluso un paréntesis. Pero es que ha sido ya un año, Kanene, nada más y nada menos.
ResponderEliminarSí. Y sigue. Es como en una carrera de fondo: las piernas pesan más en los últimos metros...
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