Nos quedan muchos más
regalos por abrir.
Monedas que, al girar,
descubran un perfil
que empieza en celofán
y acaba en eco.
He elegido una canción que me emociona -sobre todo la percusión final- para dar la bienvenida al tiempo sin mascarilla.
Han sido meses de perdernos muchas sonrisas. Echaba de menos sentir el viento en la cara cuando camino -hoy retorno a las escaleras hacia el acantilado-, y, aunque sea provisional, este relajamiento de las medidas lo voy a disfrutar. Vaya que sí.
Yo no suelto la mascarilla - he comprado una cinta para llevarla colgando-, pero quiero acostumbrarme de nuevo a las caras con dientes y papadas. Puede que os vea a todos más flácidos y viejos, puede que me encontréis menos guapa, pero lo asumo; es preferible la fealdad a la asepsia.
Porque necesitamos ver el final de los días raros. Reencontrarnos. Y vivir el verano.
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