domingo, 29 de noviembre de 2009

La versión oficial

Estos días, una vez más, he recordado Dachau. En ese pueblo, cerca de Munich, se situó el primer campo de concentración nazi que sirvió como modelo y prototipo para los que le siguieron.

La visita que hice, hace algunos años, al antiguo campo reconvertido en museo me impresionó sobremanera. Tengo presentes los cuartos del búnker, zona donde se torturaba a los prisioneros –allí a la manera clásica porque en realidad todo el campo era una zona de tormento- y las celdas donde se encarcelaba a los más díscolos.

No olvido la visión de los camastros y las letrinas, mi angustia subió aún varios grados al acercarme a las cámaras de gas; reconozco que lloré al escuchar –la audio guía era muy buena- las declaraciones de los supervivientes a aquella barbarie; pero donde me quedé sin habla -con la sangre helada-, fue en la zona de la exposición que muestra fotocopias de los ejemplares de los periódicos alemanes de la época. Allí, leyendo y viendo lo que se contaba es donde el horror me quedó más patente.

Según la prensa de la época -que recogía con profusión informaciones sobre la inauguración, con fotos y declaraciones-, lo que allí se abría era un campo de trabajo, un lugar de reeducación para una panda de maleantes a los que se quería dar una oportunidad de insertarse en sociedad. Y se vendía como un logro.

En total, más de 200.000 prisioneros de más de 30 países fueron recluidos en Dachau. Las estadísticas del campo hablan de 30.000 personas asesinadas directamente, además de otros muchos miles que murieron víctimas de las pésimas condiciones de vida.

De nada de eso se enteraron los que creyeron la versión oficial.

Dachau es historia –pensaréis- Sí y no. Los periódicos de hoy están repletos de versiones oficiales, esas que el Poder (político, económico, judicial) cuenta para justificar sus acciones. Y muy pocas veces, casi nunca, se ponen en duda. Las acusaciones vuelan de la boca del ministro de turno a los editoriales como realidades incontestables. Los gabinetes de prensa cocinan el menú que los medios disponen en la mesa de los ciudadanos para que lo traguen sin respirar, como los jarabes para la tos.

¿Por qué se acepta con tanta facilidad la versión oficial? Quizá porque tiene algo de analgésico, de somnífero que produce un estado de relax en la conciencia.

Si te crees la versión oficial el mundo parece sencillo porque ordena la realidad a modo de una apisonadora, igualando, aplastando dudas. Están los malos y los buenos. El poder decide quienes son unos y otros; y si tú le crees ya formas parte de los buenos. Convierte a los medios en catecismos. Te libera de pensar, sólo tienes que tener fe.

Debería haber una vacuna contra la versión oficial. Algo que ayudara a ponerla en duda, sólo por la elemental regla de preguntarse a quién beneficia. Si los periodistas - pobrecitos con las condiciones laborales que sufren- no lo hacen; si los grandes medios - primos hermanos del poder político, no lo olvidemos- no lo hacen; si los que deberían contrastar las informaciones, buscar los porqués, ofrecer siempre también la otra cara de la realidad no lo hacen, tendrá que hacerlo cada cual. !Insumisión a la versión oficial!

2 comentarios:

  1. ¡¡A LAS BARRICADAS!!

    ME apunto a la insumisión.

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  2. Acaba de hacer un post muy similar Ramón Lobo en su blog.

    http://www.ramonlobo.com/2009/12/15/cortar-y-pegar-es-mas-barato-que-contrastar/

    Muy a tener en cuenta vuestra reflexión.

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