domingo, 5 de junio de 2011

Una bacteria y algunos cadáveres

Vivimos rodeados de bacterias. Algunas consiguen la fama en base a su peligrosidad. En estos días se habla de la E.coli.

Es evidente que la globalización alimentaria ha favorecido, por el alargamiento de la cadena, el incremento del número de “manos” que manipulan los alimentos. Nos dicen que hay mucho control del etiquetado, mucha trazabilidad, pero después de acusar sin razón a los pepinos, la única recomendación en esta crisis es que cuidemos la higiene.

Es un buen momento para pararnos a pensar en la seguridad alimentaria; que la soberanía de los pueblos también se juega ahí. ¿Qué comemos? ¿Quién lo produce? ¿Dónde? ¿A qué precio? Hay muchos controles sí, pero cuando el viaje es muy largo- y mira que hace kilómetros un pepino de Almeria a Hamburgo- la posibilidad de accidentes aumenta.

Yo sólo compro espárragos navarros. Es como un tic y algunos se me ríen, pero miro siempre en la etiqueta –una letra diminuta- dónde se han cultivado. No los quiero chinos ni peruanos aunque sean más baratos. El consumidor tiene derecho de elección. Es el mantra de nuestra era. Pues bien, elegimos cada vez que compramos. Tomamos partido entre Vía Campesina y la OMC. Entre el slow food y el fast food. Entre colaborar con el sustento del productor cercano o enriquecer a la agroindustria. Yo sólo los compro si son navarros. Que cada uno lo entienda como quiera.

Pero no sólo se habla estos días de muertos por la bacteria. Hay otro tipo de cadáveres que se resisten a dejarse enterrar.

En política el derrotado se queda solo rápidamente. Abandonado por los suyos. Por los que le hacían la ola mientras daba buena sombra. Es comprensible el disgusto. Perder escuece. Pero antes de resultar patéticos, de caer en el esperpento, hay que saber callar.

El -dentro de nada- ex-alcalde de Donostia ha declarado que "la ciudad va a sufrir muchísimo" con la llegada de Bildu. Si gobiernan los que han ganado las plagas bíblicas se van a quedar pequeñas comparado con lo que van a tener que soportar los donostiarras. Todo por no haberle votado a él. Sólo le ha faltado decir que con esos "bárbaros" en Semana Grande no habrá fuegos artificiales.

Es como si al acabar la Liga, un equipo que bajase a Segunda División dijera que eso es el fin del fútbol.

No nos daría ni pena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario