domingo, 4 de octubre de 2009

La tentación del silbato

La cuestión es si el poder cambia a las personas o sólo las desvela.

Conoces a alguien más o menos normal. Me refiero a alguien que no destaca por ser colérico ni caprichoso. Alguien que dice cosas sensatas, que defiende sus opiniones con templanza. Vamos, que tú consideras que esa persona está equilibrada y atiende a razones. Y más tarde la ves en otro escenario, con algún galón en la hombrera. Supongamos que la empresa le pone coche, raya de aparcamiento reservada y el encargo de dirigir a un equipo de personas. Y algo cambia. La templanza se la deja en casa. Además del entusiasmo y del brillo que proporciona sentirse privilegiado, observas que su sensatez deriva en capricho.

¿Qué tiene el poder que convierte a un ser agradable en insufrible? ¿Transforma el poder a las personas o solamente las hace encontrarse a sí mismas?

Se puede hacer una prueba. Das a una persona un silbato y le pides que durante un tiempo se responsabilice de dirigir lo que sea, a un grupo de colegiales cruzando una calle, por ejemplo. Al poco, alguno se siente el rey del pitido. No pita sólo para reducir la circulación, hacen sonar el chiflo hasta para recriminar a uno que pasaba por allí rascándose la oreja. Porque sus deseos son órdenes. Y acaba de descubrir que eso le pone…

Pero el apego al poder se constata, aún con más claridad, en otro momento: cuando toca devolver el instrumento. La decepción, la resistencia a aceptar la nueva situación suele ser tan grande que ahí si que se ve claro que el afán de mandar era previo al silbato.

2 comentarios:

  1. Siempre he mantenido, y sigo haciéndolo, que el dinero (el poder), el alcohol (las drogas) sacan lo que llevas dentro, no te cambian.

    Y tu prueba del silbato está al orden del día con los uniformes. Hasta el más bajo en la escala de poder (el portero de un edificio)se cree con el poder de soltarte un arrogante "andevausté" investido por el poder del uniforme.

    Ni pensar quiero en la porra/pistola que llevan los "securitis" en los que se mezcla el poder del arma y la frustración del mileurismo.

    ResponderEliminar
  2. Mis hijos arbitran en distintos deportes... y confío en su capacidad para entender que son otros deportistas en el evento, necesarios además para el buen discurrir del mismo.
    Sin pretender ser por tener un silbato más ni menos que nadie.

    ResponderEliminar