domingo, 5 de abril de 2020

Confinamiento día 22: LA FICCIÓN COMO REFUGIO



De verdad os digo que intento seguir los consejos bienintencionados que me llegan por distintas vías para mantener el ánimo alegre. Eso de que hay que ponerse rutinas, mimarse con pequeñas cosas, cuidar las relaciones... Pero es que no me funciona.

He llegado a vestirme de domingo (con un vestido azul que me queda estupendamente y unas medias muy chulas), echarme perfume, ponerme pendientes... para hacer videoconferencias, en las que nos proponemos hablar de cosas positivas, solamente. Pero no cuaja.

Mi cabeza vuelve una y otra vez al estado de alarma. No le puedo pedir que esté normal en la excepción. No me hace caso. Va por libre.

Me reprimo para no ver los telediarios, porque a más información más me altero. Hasta ahora, no era consciente de lo mucho que me chupo los dedos, me restriego los ojos, me llevo la mano a la nariz...¿Cuántas veces me toco la cara en un día?

Solo una cosa me consuela y me evade de la realidad: las películas. Frente a la pantalla siento una agradable sensación de control. Puedo elegir entre drama o comedia. Blanco y negro, o color. Versión original o doblada. Identificarme con la protagonista o con la narradora.

Hoy me he pedido ser Meryl Streep en Memorias de África. Y mientras Robert Redford me lava el pelo, -en esa escena tan erótica y memorable que podría ver en bucle sin cansarme-, estoy feliz.






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