Si, en caso de
incendio o inundación, solo pudiera elegir salvar un disco, uno solo, sería
este de Ruper Ordorika. Me enamoró. Escuchaba una y otra vez la cinta casete. Cuando
ya no dio más de sí la sustituí por el CD, pero, en cualquiera de los soportes,
esta obra ha viajado siempre en mi coche y se ha trasladado conmigo por todas
mis residencias.
En otra ocasión os
contaré el día que un chico con un guitarra nos preguntó cómo llegar al teatro
donde tenía que actuar. El era un cantante desconocido y nosotras unas crías en
una plaza.
En este punto,
algunos me preguntaréis dónde he dejado Lau teilatu de Itoiz o Gaztelugatxe de Oskorri,
canciones preciosas y evocadoras, pero Ruper es mucho Ruper .
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