No sé si la culpa
fue del cha cha cha
de Gabinete Caligari, o del merengue de Juan Luis
Guerra, pero yo un día me arranqué a bailar y no he parado.
Moverse al ritmo de
la música produce muchos efectos
positivos en el cuerpo y en la mente: rebaja el estrés, alegra el ánimo,
mejora la concentración… Bailar es una gozada. Y cualquiera puede hacerlo. De
una manera sofisticada como la pareja del tango o a saltitos verbeneros, como
en Sarri Sarri. La
cosa es moverse.
Comparto la visión
inclusiva de la danza que tenía el gran Antonio Gades: “la gente piensa que
para bailar hay que ser joven, guapo, alto, delgado… Para nada es así. Bailar
es expresar un sentimiento y lo puede hacer cualquiera”.
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